miércoles, 16 de abril de 2008

Encuentros con Joe

En vez de reunirnos la semana siguiente, como supuse, nos anunciaron que dentro de tres días teníamos que estar de vuelta en el estudio para grabar el siguiente programa. Nos despedimos casi con pena, pues las experiencias de aquel día nos habían hecho lograr un nivel de intimidad y un sentido de complicidad, solo comparable con el grado de excitación que teníamos. Manuel nos devolvió nuestras pertenencias, y mientras nos vestíamos yo me fijé en mis compañeros, pensando que quizás me los había topado muchas veces en la calle sin sospechar que ahora seríamos "compañeros de leche". Justo mientras pensaba en eso, Alex dijo: "Bueno, ahora necesito tener sexo, a ver quién se anima, no me puedo ir de aquí con esta lujuria encima".

Manuel lo escuchó y replicó: "Ah-Ah. Si yo fuera tú guardaría las municiones, puede que las necesites en el próximo programa".

Nos despedimos, no sin antes intercambiar números de teléfono y darnos los besos y abrazos que se dan los amigos. Y pensar que éramos competidores. No quería que esto terminara nunca, no quería pensar que cada vez seríamos menos. Pero me alentaba la idea y el firme propósito de ser el ganador, para hacer realidad mi fantasía con Joe Frankfurt.

Al regresar al apartamento me esperaba mi amigo Enrique, quien me bombardeó con sus preguntas:

"Cuéntame, cuéntamelo todo. Me muero de ganas por saber qué hicieron y el programa sale al aire dentro de diez días, según me dijo Manuel"

"¿Conoces a Manuel?"

"Bueno, lo conocí por teléfono… tuvimos una charla muy interesante"

"Caliente, querrás decir. Sé que te estabas pajeando, pillo"

"Uy, qué tipo tan excitante. Me sorprendió su llamada y aproveché para descargar mis ímpetus con él. Lo mejor es que coincidimos en algo"

"A ver, ¿de qué hablaron aparte de sexo?"

"Hablamos de ti y de los planes que tenemos los dos contigo cuando acabe todo esto"

Se me paró la pinga de un salto al imaginarme la acción entre Enrique, Manuel y yo.

"Vaya, vaya, aquí hay alguien que está caliente. Déjame encargarme yo", dijo Manuel mientras sobaba mi dura tranca por encima del ajustado pantalón"

"No, no… Debo mantenerme inactivo en los próximos tres días"

"No me digas eso, porque te estaba esperando con los brazos y las piernas abiertas"

Manuel dio la vuelta y se fue a mi habitación. Lo seguí hasta allí y se desvistió lentamente, seduciéndome con su streap-tease. Cuando estuvo desnudo por completo Se tiró en la cama de espaldas y sacó de mi cajón un consolador bastante grande que guardaba para ocasiones especiales.

"No, Enrique, por favor, no quiero ver"

"Claro que quieres ver, cariño"

Tomó lubricante y con él preparó su culo, aquel culo que yo conocía tan bien, y a seguidas empezó a introducirse aquel monstruoso aparato, pulga a pulgada, acompañando cada embestida con gemidos de excitación que me ponían loco.

Me quité la ropa allí mismo, como un caballo desbocado, desesperado. Cuando estuve completamente desnudo, mi falo apuntando al techo y babeando de excitación, Manuel sacó el dildo de su culo y empezó a lamerlo mientras abría y cerraba su culo, invitándome a penetrarlo con sus gestos. Estuve a punto de tirármele encima cuando sonó el teléfono.

Era Harry, el instructor del gimnasio a quien se lo había mamado ese mismo día. Me lo imaginé en sus shorts de cuero, y me voltée a ver a Enrique, mi puto preferido, que se retorcía de ganas por ser penetrado en mi propia cama.

"Hola, ¿Danny? Quería comprobar que éste era tu número. Te llamaba porque no quería dejar pasar la ocasión de agradecerte la mamada de hoy. Quedó inconclusa, y solo pienso en eso desde entonces."

"Harry, hola, yo, eh… estoy ocupado ahora. ¿Te puedo llamar en un rato?"

"No dejes de hacerlo. Supe algo de lo que va a ocurrir en el próximo programa."

"¿Cómo lo supiste?"

"Le saqué la información al tipo que nos estaba dando las instrucciones en el programa de hoy. Inofensivo como se veía, el tipo se me lanzó justo cuando salía del estudio"

"¿De qué se trata, Harry?"

"Tiene algo que ver con la cantidad de leche cuando te corres, o algo así"

"¿Por qué compartes esta información conmigo? Es una ventaja para ti"

"Danny, no quiero que te vayas del show, quiero estar contigo hasta el final", su voz sonaba hasta tierna, algo que contrastaba con su imagen viril y amenazante.

"Te lo agradezco, Harry.

En ese momento Enrique gimió tan alto que temí que los vecinos lo escucharan.

"Y veo que he llamado justo a tiempo. No sé quién es el dichoso que está contigo, pero recuerda lo que te dije. Cuídate, Danny"

Cuando cerré el teléfono y voltée a ver a Danny, ya éste se había introducido las 25 pulgadas del vibrador casi enteras, y había volteado la cabeza hacia atrás poseído por el placer.

Mi verga estaba tan dura que casi me dolía. Me acerqué a Enrique y me tragué su polla de un tirón, mamándosela de la manera que yo sabía que lo ponía loco.

"Quiero que me la metas, Danny, métemela, por favor"

Seguí mamándole su larga polla de arriba abajo, vigorosamente, cada vez más rápido, desoyendo su angustiosa petición. Agarré el dildo y se lo clavé entero, hasta el fondo, mientras succionaba su palo completo, con gusto, recordando las vergas de mis compañeros apenas horas antes.

Enrique exhaló un gran quejido, con mucha fuerza. Sentí su verga hincharse en mi boca, aquella sensación ya familiar, y se corrió copiosamente, la leche bajaba de mis labios hasta mi barbilla y de allí a mi cuello. Mi verga quería explotar, aún sin tocármela. Cuando pensé que había acabado de lamer toda la leche de la verga de Enrique, seguía brotando un pequeño chorrito, delicioso, al cual también le hice los honores.

"Enrique, me encanta cuando te vienes"

"Y eso, que me hice una riquísima paja hace unas horas. Debí esperarte, hubieras visto aún más"

Eso me recordó el consejo de Harry. Me paré de la cama y me fui al baño. Me metí debajo de la ducha y dejé que el agua fría calmara mi excitación. Cuando salí estaba un poco más calmado. Le pedí a Enrique que se fuera a su casa hasta nuevo aviso, y éste accedió a cambio de que le contara todo lo que había sucedido en el set.

Empecé a narrarle los acontecimientos allí vividos, y mi verga empezó a pararse de nuevo. Aquella fue la señal que necesitaba, así que despaché a Enrique hasta nuevo aviso.

Los siguientes tres días fueron desesperantes. Me levantaba por las mañanas con la polla como un mástil, y en vez de la paja matutina de rigor, meditaba y me daba largos baños de agua fría, pero aquello no me valía de mucho. Todos los hombres me parecían atractivos, me sentía como el más puto. El cartero, el conserje del edificio, el albañil de enfrente, a todos los devoraba en mi mente. No quise salir de la casa, y las llamadas de los chicos del programa me volvían a excitar, de modo que me aislé hasta el día del programa.

El día en cuestión al fin llegó. Me vestí un poco más conservadoramente esta vez, pues sabía que de todos modos me iban a dar una vestimenta para el show. Cuando llegué me recibió Manuel, y me dio un abrazo en el que sentí su bulto pegado al mío. Y pensar que esa verga ya la conocía, y ahora la deseaba. Me llevó al vestidor en el que ya había estado, y esta vez me dio a elegir entre dos tarjetas (lo que me indicaba que ya habían llegado tres de los compañeros).

Esta vez la tarjeta decía: Policía – Motorista – Mecánico – Indio – Cowboy. ¡Nos iban a vestir como los Village People! A mí me había tocado ser cowboy.

Mi vestimenta consistía en unos pantalones de gamuza que solo cubrían los muslos hasta los tobillos, y en vez de cubrir mis genitales me puse un jockstrap hecho de la misma tela. Un chaleco con el torso desnudo, unas botas y un sombrero completaban mi atuendo.

Mientras me cambiaba de ropa, Manuel se quedó allí, de nuevo sobándose el paquete. Se le acercó el seor Carlos Roca,a quien saludé mientras me acababa de desnudar. El Sr. Roca se recostó de Manuel mientras me dirigía sus miradas lascivas, y entre los dos hacían comentarios de mí en tercera persona. Aquello me puso a tope.

"Mira como se le paró, Manuel"

"Este es de mis favoritos, Señor Carlos"

"No te culpo, tiene un cuerpo espectacular"

La tortura acabó cuando me dirigí hacia la ya conocida habitación, esta vez mucho más fresca. Me dio mucha alegría encontra allí a mis compañeros.

Billy, el maduro, mostraba sus abdominales perfectos en un atuendo de indio que solo consistía en pantalones apretados y un penacho de plumas, aparte de algunas rayas pintadas en su hermoso pecho y en su cara.

"¿Te gusta?", me dijo mientras se daba la vuelta para mostrarme que su culo estaba al descubierto.

"Silencio, piel roja", dijo Harry sonriente. Iba de policía, enfundado en un atuendo apretadito, de colornegro, con macana y gorra. Lamenté que sus hermosos pectorales solo dejaran asomar la raya del medio y un atisbo de sus pezones bajo su camisa que evidentemente era dos tallas menor que la suya. Intuí que tampoco tenía nada que le cubriera sus nalgas.

"Hola, vaquero, ¿necesitas que te arregle algo?" Quien hablaba así era Alex, vestido de mecánico, con un overol de mezclilla, con varios jirones y ajustado a su esbelto cuerpo. Su melena negra esta vez me pareció mucho más linda que antes. Estaba cubierto de grasa en algunas partes, y ese aspecto sucio me encantaba. Le pedí que se diera la vuelta, y vi que los rotos de su atuendo estaban estratégicamente puestos de tal manera que su hermosísimo y perfecto culo asomara prácticamente entero, a no ser por una fina tira de tela que se le metía entre las nalgas.

En ese momento hizo su entrada Ricardo, en una impresionante vestimenta de cuero negro. Su pecho velludo estaba al descubierto pues traía un chaleco abierto y un arnés que le cruzaba desde los hombros hasta la cintura. Le colgaban algunas cadenas, y tenía una barba de descuido que le quedaba fenomenal. Evidentemente, su culo también quedaba al descubierto, y mi mirada quedó fija entre los pelos que se perdían en la raya de su hermoso trasero.

Charlamos un rato, recordando los momentos vividos hacía apenas tres días. Como si fuésemos viejos amigos, nos echábamos el brazo, nos dábamos palmadas, retozando como adolescentes.

Llegó Manuel y nos pidió que saliéramos al set. Allí nos esperaba nuestro ídolo Joe Frankfurt. Esta vez iba enfundado en una lycra brillosa que le quedaba como pintada a su cuerpo, marcando su descomunal paquete, que se veía mucho más grande en vivo. Su torso, como era costumbre iba desnudo, y al parecer le habían untado vaselina en el cuerpo, que le brillaba haciéndolo más apetitoso. Me imaginé con ese hombre en la cama, y mi verga subió a su nivel máximo. Joe nos saludó amablemente y se dirigió a otro lugar del set.

El mismo tipo del otro día se nos acercó, y pude notar como le guiñaba un ojo a Harry al llegar. Nos dio las instrucciones de lugar:

"Caballeros, la prueba de hoy es sencilla, pero no por eso deja de ser difícil. Hoy todos ustedes se podrán tocar cuanto quieran, y se podrán correr. De hecho, deberán correrse, pero con una condición: que duren por lo menos cinco minutos masturbándose sin que salga ni una gota de leche de sus vergas. Quien se corra de último califica para la siguiente ronda. Asimismo, quien tire los trallazos a mayor distancia también pasa a la siguiente ronda. Los restantes serán eliminados de acuerdo a la cantidad de semen que boten. Nuestro equipo hará todo lo que esté en su poder para hacerlos correrse antes de tiempo. Acompáñenme a sus posiciones."

La idea me excitaba mucho, pero a la vez era una prueba muy difícil. Me recordé de mis tiempos de adolescente, cuando mis amigos y yo nos hacíamos la paja juntos y concursábamos por el tamaño de nuestras vergas. No solo ganaba yo la mayoría de las veces, sino que reafirmé mi atracción por los hombres en aquellos juegos de varones calientes.

Nos colocaron en unas especies de taburetes inclinados en los que podíamos apoyar nuestras rodillas y a la vez dejar el culo expuesto, prácticamente abierto. Con ello buscaban que estuviéramos a la misma distancia, para fines de medir los trallazos, y a la vez que nuestros traseros quedaran abiertos para su manipulación.

Joe anunció el concurso, y el reloj arrancó.

Me saqué mi polla de su prisión tan rápido como pude, y vi que los demás no tenían tanta prisa. Aquello era un error mío, pensé, pero estaba ansioso por eyacular, después de dos semanas sin hacerlo.

Mi polla estaba dura, latía sin cesar y aquello no era bueno. A pesar de que quería ganar, mis ganas de pajearme eran inmensas. Vi como mis compañeros ya habían iniciado su labor y aquello me excitó aún más. Alex se había bajado su overol de mecánico y había sacado su miembro, curvo y largo. Lentamente lo subía y bajaba, disfrutando cada movimiento. Ricardo se batuqueaba su grueso y venoso miembro con maestría, y su expresión lujuriosa era indescriptible. Harry, que estaba a mi derecha, se agarraba el largo tronco con una mano mientras sobaba sus enormes bolas con la otra. Billy, que estaba a mi otro lado, jugaba con la capucha de su pene, asomando la brillante cabeza cada tanto. Yo seguía en lo mío, ya aceleraba el ritmo, ya lo hacía con calma. Miré el reloj: minuto y cuarenta y cinco segundos. Aquello iba a ser eterno.

De repente salieron del fondo del set cinco hombres fuertes, en pantalones de cuero y enmascarados. Traían en sus manos cada uno un dildo enorme, y se acercaron a nosotros por detrás.

El que me tocó a mí empezó por lamerme el culo, y en ese momento sentí que el mundo se apagaba. Su lengua entraba y salía con maestría de mi agujero, mientras con sus grandes manos abría aún más mi culo. Vi que todos estaban en lo mismo. Alex gimió con fuerza, y recordé su expresión de placer mientras Otto le lamía el culo en la habitación, apenas hace tres días. Parece que ese era el punto débil del muchacho, pues en ese momento lanzó un grito de placer y se vino allí mismo. Desde mi posición pude ver cómo el gigante que tenía detrás arremetía en sus lamidas y cómo emanaba un impresionante chorro de leche de su verga. Joe dijo algo que no alcancé a escuchar, pues en ese momento el hombre que tenía detrás de mí se paró y empezó a pegarme el enorme bulto en el culo, mientras me lamía el cuello y las orejas. Traté de distraerme y concentrarme en el reloj: dos minutos y medio.

El enmascarado que tenía a Billy agarrado le estaba sobando el paquete, igual que me hacían a mí, pero en ese momento agarró su enorme dildo y se lo empezó a introducir a aquel atractivo hombre maduro. Bastaron un par de embestidas y Billy no aguantó, parece que definitivamente era pasivo, y que le iba bien tener algo en el culo. En silente éxtasis, Billy empezó a correrse. Uno, dos, tres, cuatro largos trallazos. El quinto cayó cerca de mí. Sentí el aliento caliente de mi hombre en la oreja y volví a ver el reloj: tres minutos y cuarto.

Fue en ese momento que me tocó a mí ser penetrado. Solo recordé la imagen de Ricardo en mi cama, metiéndose aquel descomunal miembro de goma en sus entrañas, Yo hace mucho que no había sido penetrado, de modo que al principio sentí la mezcla de placer y dolor, pero luego decidí disfrutarlo al máximo. Qué rico era pajearse. Solo quedábamos tres, así que podía relajarme y dar rienda suelta al placer.

El enmascarado de Ricardo le había metido el consolador hasta el fondo, y disfruté aquella imagen enormemente mientras me seguía masturbando. Sin sacarle el dildo del culo, se le puso delante y mientras lo agarró por el pelo crespo de aquel fornido macho, empezó a chuparle las tetas tan sonoramente que lo e escuhcaba como si fuera a mí. Pensé que habían estudiado bien las escenas ocurridas en la habitación, pues a cada uno le estaban dando lo que le había gustado más. Ricardo no soportó tanto placer y allí mismo se corrió: "Aaaaarggh, que me vengo, coño, sí, dame más", dijo el velludo hombre antes de explotar como una manguera, regando de leche el área delante de él.

Habían pasado solamente cuatro minutos, y uno de los otros enmascarados se acercó a mí y otro a Harry. Ahora tenía dos hombres dándome placer frente a las cámaras. Me asombré de haber durado tanto. Solo tenía que aguantar un minuto más, pero no le la iban a poner fácil. Uno me empaló con el dildo hasta el fondo, y sentí como le daba vueltas para masajear mi próstata. Yo apretaba el culo, sintiéndome más puto que nunca. El otro me lamía las tetas, el pecho, el cuello. Entonces no pude más. Sentí cómo me subía una oleada de placer, y empecé a estremecerme de pies a cabeza. Apreté el consolador con fuerza, y bajé mi mano hasta la base de mi verga, apretándola firmemente. En un segundo pasaron por mi mente todas las imágenes de los últimos días, y de repente subió un chorro caliente de leche, desde mi interior hasta la cabeza de mi pinga a punto de estallar. "Aaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhh, síiiiiiiiiiii" Cerré los ojos, solté mi verga y empezaron a salir solos los trallazos de leche: uno, dos, tres, seis, nueve, diez trallazos. Eché la cabeza hacia atrás y me relajé, me fui lejos, envuelto en placer como nunca antes. Cuando abrí los ojos y miré el reloj, éste marcaba cinco minutos y diez segundos. ¡Había pasado la prueba! A duras penas, eso sí, pero la había pasado.

Sin embargo, nadie me observaba, Todos los demás, participantes, enmascarados, y hasta el mismo Joe, rodeaban a Harry. El macho seguía pajeándose con gusto, mientras varios hombres lo penetraban con el dildo, le chupaban las tetas, le masajeaban las bolas, le lamían el cuello y las orejas. Harry seguía adelante, como todo un semental, con la mirada fija en Joe Frankfurt. Este le cogió una mano y la colocó encima de su inmenso paquete, sobándoselo con fuerza. Los camarógrafos no sabían donde dirigirse. Joe se acercó más, sin quitar la mano de Harry de su bulto, y los demás se apartaron. Le sonrió con la ya conocida sonrisa de pícaro de sus películas, y en ese momento lo besó larga y apasionadamente. Era todo lo que Harry necesitaba, y se corrió copiosamente encima de Joe, sin despegarse del beso de su ídolo. La leche de Harry le llegó hasta los pezones de Joe, el cual lentamente se separó del seguro ganador y se volvió a las cámaras para anunciar los resultados.

Llegaron los enmascarados con reglas, midieron las distancias de los trallazos de leche de nuestras pajas. Luego sacaron pequeños vasitos y con espátulas recogieron todo el semen de cada uno.

Joe entonces dio el veredicto:

"Harry es indiscutiblemente el ganador de esta noche, con siete minutos y cuarenta y dos segundos, y pasa a la próxima ronda, aplausos para él. Danny también ha hecho un buen trabajo, con cinco minutos y dos segundos, y también pasa a la final."

Mientras se escucharon los aplausos, Harry me guiñó un ojo en señal de complicidad. Sin embargo, pensé que pude haber eyaculado muchas veces y la ventaja iba a ser durar más, como probablemente lo hizo él, mientras me decía que no lo hiciera para su propia ventaja.

"Alex ha sido el primero en correrse, sin embargo, su chorro de leche fue impresionante, alcanzando la distancia máxima de treinta y un centímetros, fuerte aplauso para Alex".

"Solo nos quedan Ricardo y Billy. Y vamos a ver qué nos dicen nuestros verdugos". En ese instante se acercó uno de ellos con un papel.

"Con una impresionante cantidad de 16 mililitros de semen, pasa a la siguiente ronda… Ricardo!"

Billy se llevó las manos a la cara, apesadumbrado. Nos acercamos todos a él para darle apoyo. Nos pidió que le prometiéramos que nos volveríamos a ver. Aquello era algo seguro, y una petición que Otto y Samuel nos habían hecho también. Quedamos que la semana siguiente al final del programa nos juntaríamos en la finca de Samuel a ver los programas grabados.

Volteamos para ver el final del show, y aquello no pudo ser mejor. Dos de los enmascarados lamían del pecho de Joe el semen que había derramado Harry en su paja.

Solo quedábamos cuatro, y aún faltaban varias pruebas.